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Constructivismo y Construccionismo

Por Carlos Flores

Paradigmas para el desarrollo de competencias en tiempos de transformación cultural y tecnológica

Los cambios tecnológicos y culturales requieren la generación de nuevas capacidades profesionales. El desafío nos debe llevar a pensar en la aplicación de nuevas metodologías para el desarrollo de las habilidades que se necesitarán en el futuro próximo.

El Foro Económico Mundial publicó en octubre de este año un informe titulado, «El futuro de los empleos y las competencias» en el que se detallan diferentes capacidades futuras que serán necesarias para los empleados jóvenes que ingresarán al mercado de trabajo para el año 2025. En dicho informe se destaca el top 10 de las competencias del futuro que se agrupan en cuatro tipos de habilidades:

 

  1. Resolución de problemas complejos: razonamiento, creatividad, originalidad e iniciativa, análisis, pensamiento crítico, analítico e innovación.
  2. Autogestión: resiliencia, tolerancia al estrés y flexibilidad, aprendizaje activo y estrategias de aprendizaje.
  3. Trabajo con personas: liderazgo e influencia social.
  4. Uso y desarrollo de tecnología: uso, seguimiento y control de la tecnología, diseño y programación.

 

 

 

La alta tecnologización de los procesos industriales y de servicios tenderá a disminuir la relevancia de la estandarización de los comportamientos, ya que la tecnología simplificará algunas tareas y las personas se verán obligadas a desarrollar capacidades distintas, orientadas a la resolución de problemas, autogestión, el liderazgo social y el manejo de las nuevas tecnologías.

Para que este proceso de transformación sea sustentable, las empresas deberán adoptar una cultura de innovación y de aprendizaje organizacional permanente, porque los cambios serán cada vez más rápidos y requerirán de mayor flexibilidad en todos los niveles, especialmente en los líderes, que deberán adaptar sus estilos de dirección a las características de sus colaboradores y al nuevo contexto de tareas tecnologizadas.

 

¿Qué modelo de competencias se necesitará para este contexto de transformación?

Como en todo proceso de cambio, se deberán revisar las recetas del pasado que no serán efectivas en el futuro. Cuando se habla de competencias, en general los modelos más conocidos son el enfoque funcional y conductual, que han servido para estandarizar y evaluar comportamientos, con el propósito de normalizar estadísticamente el desempeño y lograr el alineamiento de ellos a los objetivos de negocio. Dichos modelos han sido exitosos cuando las organizaciones cuentan con procesos estables (funcional) o procesos variables que requieren de habilidades sociales y toma de decisiones en roles establecidos (conductual).

Sin embargo, para las competencias que se requiere desarrollar en el futuro tal vez debemos poner atención en otros modelos como los enfoques constructivista y construccionista. dos versiones acerca de la idea posmoderna de que la realidad es construida. El primero se ocupa del modo en que se desarrollan cognitivamente las representaciones del mundo y el segundo se refiere a las redes de significado que circulan socialmente en el lenguaje (Lynn Hoffman, 1999). Ambas tendencias tienen una similitud en su idea primaria de “construir” realidades y las diferencias se basan principalmente en desde qué lugar lo hacen, el constructivismo se posiciona desde la perspectiva individual ligada a sus percepciones, experiencias y estructura mental, y el construccionismo desde el punto de vista de un intercambio entre individuos que comparten un contexto cultural (Agudelo y Estrada, 2012).

Pareciera ser que el desafío que nos presenta el desarrollo de las competencias del futuro y los procesos de transformación cultural que estamos viviendo, nos lleva a considerar la relevancia de estos enfoques, que pueden ser más efectivos para lograr el cambio de mentalidad de las personas y de las organizaciones, considerando la dimensión social de los procesos de aprendizaje y las relaciones existentes entre las personas, las colectividades y su entorno de trabajo (Pucheu, 2002; 2005).

Según Guy Le Boterf (2001), la competencia no se remite a sus componentes agregados – conocimientos, habilidades o actitudes – sino a un “saber actuar”, es decir un saber integrar, movilizar y transferir un conjunto de recursos (conocimientos, saberes, aptitudes, razonamientos, etc.) en un contexto dado para enfrentar diferentes problemas o para realizar una tarea. La OCDE (2000) definió que “una competencia es más que conocimiento y destrezas, involucra la habilidad de enfrentar demandas complejas, apoyándose en y movilizando recursos psicosociales en un contexto particular”.

Para enfrentar los procesos de aprendizaje actuales y futuros, en un ambiente de constante cambio tecnológico y cultural, las metodologías que se centraban en el ámbito netamente individual no serán suficientes. Hoy la dimensión social ha cobrado especial relevancia para los procesos de aprendizaje y desarrollo en las organizaciones, en el nuevo escenario no es pensable hablar sólo de brechas individuales, cuando el desafío es desarrollar habilidades que se “construyen” con otros y no en forma aislada, como la resolución de problemas y la innovación. Se trata de cambiar la cultura de trabajo en silos y pasar a trabajar en forma colaborativa, complementando capacidades y aumentando la agilidad en la coordinación para generar soluciones rápidas y efectivas.

El desafío para las organizaciones está en generar los espacios necesarios para que la comunicación ascendente y descendente se produzca, y se faciliten así las relaciones de confianza necesarias para que las personas se atrevan a plantear formas distintas de hacer las cosas, rompiendo el paradigma de “cómo se han hecho las cosas siempre”.

La innovación tecnológica en todos sus aspectos representa una oportunidad para liberar el potencial humano, considerando sus dimensiones cognitiva, social, física y emocional. Se presentan las condiciones para que las personas puedan desplegar su creatividad e iniciativa, empleando sus capacidades intelectuales para optimizar los procesos de negocio y generar mayor valor a sus clientes.  Se debe pensar en el aprendizaje colectivo, por sobre lo individual, integrando el desarrollo de competencias a la realidad del trabajo, utilizando los medios tecnológicos que permiten adquirir habilidades en el puesto de trabajo, en forma práctica y en conjunto con otros.

 

 

“El objetivo principal de la educación es crear personas capaces de hacer cosas nuevas, y no simplemente repetir lo que otras generaciones hicieron”.

Jean Piaget